Sacramentos de Iniciación Cristiana

"Con su venida entre nosotros, Jesús es cercano, nos ha tocado y, a través de los sacramentos, también hoy nos toca." - Papa Francisco

Santa Catalina te invita a preparar los Sacramentos de Bautismo, Comunión y Confirmación juntos!

BAUTISMO

«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,19-20).

ES EL SACRAMENTOS QUE NOS HACE HIJOS DE DIOS, MIEMBROS DE LA IGLESIA Y NOS LIMPIA DEL PECADO ORIGINAL.

El Bautismo nos abre las puertas a los otros sacramentos, siendo el primero de ellos, nos da el nacimiento a la vida divina: nos hace herederos del cielo.

El Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el carácter, que consagra al bautizado al culto de la religión cristiana. Por razón del carácter, el Bautismo no puede ser reiterado (cf DS 1609 y 1624).

 El fruto del Bautismo, o gracia santificante, es una realidad única que comprende:

 

El perdón del pecado original y de todos los pecados personales

Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.

«Es el más bello y magnífico de los dones de Dios […] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada;gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).»Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,19-20).

El nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo

Nos hace también del neófito «una nueva creatura» (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho «partícipe de la naturaleza divina» (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).

La incorporación a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y la participación del sacerdocio de Cristo

Los bautizados vienen a ser «piedras vivas» para «edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo» (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son «linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz» (1 P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.

LA EUCARISTÍA ES EL SACRAMENTO QUE NOS DEJA VER Y SENTIR QUE DIOS ESTÁ SIEMPRE CON Y DENTRO DE NOSOTROS, COMO SIGNO DE UNIDAD. ES EL CORAZÓN Y LA CUMBRE DE LA VIDA DE LA IGLESIA.

COMUNIÓN

«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.» – Jn 6, 53

“Quien me come, vivirá por mí” Jn 6, 57.

La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación y sacrificio realizado por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica. En cuanto a sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales.

La Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo: 

Acrecienta la unión del comulgante con el Señor

La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él» (Jn 6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: «Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Jn 6,57): Jesús dijo: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre […] El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna […] permanece en mí y yo en él» (Jn 6, 51.54.56).

Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera «verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero» (Concilio de Trento: DS 1651) . «Esta presencia se denomina «real», no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen «reales», sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (MF 39).

Le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves

La comunión nos separa del pecado, al ser la Eucaristía un sacrificio. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es «entregado por nosotros», y la Sangre que bebemos es «derramada por muchos para el perdón de los pecados» (Mt. 26, 28). Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados: «Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor (cf. 1 Co 11,26). Si anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados . Si cada vez que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener siempre un remedio» (San Ambrosio, De sacramentis 4, 28).

Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

La Sagrada Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

ES EL SACRAMENTO QUE NOS CONVIERTE EN SOLDADOS Y APÓSTOLES DE
CRISTO. EL ESPÍRITU SANTO DERRAMA SOBRE NOSOTROS 7 DONES.

CONFIRMACIÓN

 «Más aún, derramaré mi Espíritu sobre mis servidores y servidoras, y ellos profetizarán.» Hechos 2, 18.
“Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.” 2 Cor. 1, 21-22

Aquí se nos concede la gracia de recibir por segunda vez al Espíritu Santo quién viene a derramar sobre nosotros 7 dones; Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Consejo, Piedad, Fortaleza y Temor de Dios.

Nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir «Abbá, Padre» (Rm 8,15).

Hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociándonos todavía más a su misión.

Se administra este sacramento cuando se ha alcanzado el uso de razón, y su celebración se reserva ordinariamente al obispo, significando así que este sacramento robustece el vínculo eclesial.

Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras.

Este sacramento viene a representar un segundo SI al Señor, es decidir por nosotros mismos que queremos seguir a Jesucristo y predicar su palabra.

La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida.

La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para:

Incorporarnos más firmemente a Cristo.

 

Ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.

«Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis 7,42).

Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo

De la celebración se deduce que el efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés. «A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7)

El Espíritu Santo nos da sus 7 dones:  Prudencia , Sabiduría, Ciencia, Inteligencia, Consejo y Temor de Dios

– Pastor John Doe-